domingo, 27 de diciembre de 2015

viernes, 25 de diciembre de 2015

El TDAH y el Perdón.




Uno de los ingredientes fundamentales dentro de los programas de asesoramiento a Padres de personas con TDAH es la práctica del perdón. Pero ¿Qué significa perdonar? Existe la idea extendida de que perdonar es expresar a otra persona (o a uno mismo) la voluntad de que hemos aceptado lo que nos ha hecho en el pasado y de que pasamos por alto el daño que nos pudo causar. Muchas veces, la frase "pero no olvido" acompaña a nuestro perdón. ¿Es este un verdadero perdón? ¿Cuál es el ingrediente clave para saber si hemos perdonado o no? La palabra clave en este caso sería el resentimiento. Si cada vez que nos cruzamos con esa persona (o la vemos en el espejo), nos invade una sensación de revancha y  podemos decir que es un fuerte indicador de que aún no hemos perdonado de verdad 

Pero ¿perdonar supone olvidar en el sentido de borrar de la memoria lo que sucedió sin más como si tuviéramos amnesia? ¡Claro que no! Casi nunca olvidamos lo que nos ha pasado y, de hecho, si nos esforzamos por hacerlo, más presente tendremos el recuerdo de lo que sucedió. La clave es saber cómo desconectar esas emociones tan nocivas que hemos asociado a ese hecho concreto sin que estas nos atrapen y nos causen ese dolor que nos sigue molestando en el presente (como si no tuviéramos suficiente con lo que ocurrió en el pasado) y que sigue condicionando nuestro futuro...Hacer esto conlleva un proceso personal en el que normalmente aprenderemos a compadecernos de lo que sucedió, a observar la situación desde otras ópticas, a considerar factores con los que antes no contábamos y por qué no decirlo a renunciar a ese rol de víctima que tanto consuelo nos da, por un lado, pero que tan poco nos deja avanzar, por otro. 

Una vez que hemos hecho esto, será cuando decidiremos cuán larga será nuestra distancia que pondremos de por medio (si es que la ponemos) con esa persona ya que perdonar no implica consentir y si consideramos que nos conviene mantenernos lejos lo haremos pero, en todo caso, estaremos libres de ese rencor que estaba secuestrando nuestras ganas de seguir viviendo nuestra vida. 



Ahora que hemos aclarado qué significa perdonar vamos a exponer las tres líneas que recomienda Russell Barkley (uno de los mayores expertos mundiales en el trastorno) a los padres de niños con TDAH. : 

  • La primera de ellas es perdonar a sus propios hijos. El trastorno les va hacer cometer errores, muchos errores, si los comparamos con otros niños de su edad.  Pero estos errores, en su mayoría, no serán el reflejo de una forma de actuar negligente sino a una falta de ajuste entre las exigencias de un medio que no está adaptado a sus necesidades. Librémosles de nuestros resentimientos que bastante tendrán con sufrir las consecuencias de sus fallos. 
  • La segunda es aprender a perdonarse a sí mismos. Ejercer el rol de padres no es nada fácil en esta sociedad en la que las exigencias son mayores y el tiempo escasea cada vez más. Habrá ocasiones en las que, víctimas de la saturación y la falta de apoyos podremos perder el control. Todos los padres cometen errores. Para este tipo de perdón ayuda mucho tomar como referencia modelos de "superación" y no modelos "perfectos" de padres. Podemos cometer errores, reconocerlos y tratar de contar con más recursos la próxima vez... 
  • Por último es aprender a perdonar terceras personas que, desde fuera, víctimas de la ignorancia acerca del TDAH, achacan a la "incompetencia" de los padres  las dificultades que el hijo o hija tiene en su vida diaria lo cual supone una dificultad añadida al reto de criar a alguien con TDAH, el sobrellevar los desafortunados juicios de valor que muchas veces otros padres o, incluso, otros profesionales del ámbito educativo y clínico. Todo esto muchas veces requiere de disponer de unos recursos extra para afrontar esa falta de comprensión que tanto daño puede causar. 
Como ya hemos apuntado, perdonar supone un proceso en el cual serás capaz de ver de manera compasiva (o incluso con humor) a esa persona que eras tú en aquella situación en la que sufría tanto pero que ahora sabe cómo poner los límites adecuados para que no vuelva a ocurrir en el futuro. La práctica de disciplinas como el mindfulness puede ayudarte a acelerar dicho proceso.

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viernes, 18 de diciembre de 2015

El TDAH y el sentido del humor.


Hoy en día es aceptado que el sentido del humor es uno de los mayores bálsamos que posee el ser humano ante las enfermedades. La risa sincera y abierta es la expresión más evidente de ello. Ya sólo a nivel fisiológico algunos de sus beneficios son:


  • Estimula el sistema inmunológico. 
  • Libera endorfinas. 
  • Estimula el sistema digestivo mejorando su funcionamiento.
  • Un minuto de carcajadas equivale a 45 de relajación.
Aunque conviene aclarar que el sentido el humor puede ser un arma de doble filo. Desde culturas orientales (donde la risa es considerada como la expresión de la inteligencia humana) hay una percepción de que en occidente muchas veces utilizamos el humor de una manera frívola y zafia y es que desgraciadamente estamos acostumbrados a ver cómo nuestra sociedad utiliza el sentido del humor como mecanismo de defensa para reírse de los demás y no con los demás, algo que, a la larga, no es demasiado sano ya que provoca vergüenza y hace que nos pongamos a la defensiva tendiendo a ocultar nuestros defectos haciéndonos reacios a admitirlos lo cual nos provoca rigidez y malestar emocional. Esto puede ser especialmente nocivo en una persona con TDAH que cada vez que comete un error por descuido escucha su propia voz interior ridiculizándola de manera automatizada.



Para aprender a reírnos con los demás y no de los demás es fundamental desarrollar una habilidad previa: aprender a reírnos de nosotros mismos. Para ello es fundamental asumir que nuestras capacidades son limitadas y que la vida no es tan importante como la pintan. Es entonces cuando mejor podemos relativizar las vicisitudes de la vida haciendo que éstas no nos afecten más de lo necesario. No importa cuántas situaciones embarazosas nos pueda causar nuestro TDAH si aprendemos a reírnos de dichas situaciones en lugar de escuchar esa voz crítica interior que nos dice ¡Otra vez! ¡No tienes remedio! Oh incluso esas posibles voces exteriores que pretendan ridiculizarnos o vilipendiarnos sin piedad. Un sano sentido del humor es la coraza que nos puede inmunizar tanto física como psicológicamente de la crítica. Una de las mejores actividades para cambiar estos malos hábitos automáticos de pensamiento es la práctica de la risoterapia. La cual, es una actividad grupal en la que los participantes, inmersos en un contexto facilitado por un terapeuta, realizan dinámicas y ejercicios en los que aprenden a reírse con los demás interiorizando y automatizando estrategias para su vida cotidiana. Si tras olvidarnos por tercera vez en el mismo día las llaves dentro del coche, aprendemos a reírnos de la situación, en lugar de auto-machacarnos por ello, sufriremos menos y, al mismo tiempo, será más fácil que busquemos estrategias compensatorias para prevenir futuros descuidos.



Ahora deja que te proponga un pequeño ejercicio que puedes hacer de manera individual para combatir esa crítica interna recurrente que te surge cada vez que cometes un error:

  1. Cierra los ojos y toma tres respiraciones profundas. 
  2. Piensa en alguna frase que te digas cada vez que cometes un error. 
  3. Ahora imagínate que esa misma frase te la está diciendo un personaje de dibujos animados de tu infancia. 
  4. Ahora imagínate a tu sobaco con ojos y boca diciéndote esa misma frase. 
  5. Para terminar imagina que son tus nalgas quienes te dicen la frase. 
  6. Ya puedes abrir los ojos. 
Si prácticas este mismo ejercicio durante todos los días es muy posible que tu respuesta emocional hacia tus propios errores sea mucho menos intensa y sea más fácil que utilices tu energía para subsanarlos en lugar de para auto-flagelarte. 



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sábado, 12 de diciembre de 2015

Diferencias entre TDAH y Tempo Cognitivo Lento


Vamos a describir un perfil  que aún no está dentro de ningún manual diagnóstico de manera oficial pero que, poco a poco, las evidencias van mostrando como una entidad diferenciada del TDAH que se puede presentar junto a él o de forma aislada. Estamos hablando del TEMPO COGNITIVO LENTO (TCL).


¿Qué es? 

Cuando hablamos de TCL nos referimos a un perfil que muestra unas manifestaciones caracterizadas principalmente por dos clases de síntomas: 

Motores: 
  • Lentitud de movimientos. 
  • Alta latencia de respuesta (tardan en reaccionar ante estímulos). 

Cognitivos/emocionales: 
  • Tendencia a la divagación mental. 
  • Presencia de errores por omisión. 
  • Problemas con la atención selectiva.  
  • Tendencia a la inhibición social. 
Al describir las características nos vienen a la mente esa clase de personas que están "en las nubes" o "en su mundo" ensimismadas y con la mirada perdida. Muchas veces pasan desapercibidas en la última fila de la clase sin ser conflictivas. Suelen ser las últimas en terminar las tareas y a las que se les empieza a prestar atención cuando el profesor se da cuenta en las evaluaciones de que van muy por detrás del resto del alumnado.



¿Por qué no es TDAH? 

Hay una serie de características que hacen pensar en este patrón como algo diferente del TDAH debido a que:

  • Los errores que cometen las personas con TDAH en pruebas neuropsicológicas suelen ser por falta de inhibición a diferencia de este perfil que los cometen por falta de precisión. Para hacernos una idea, en una prueba realizada por una persona con TDAH puro, veremos muchas tachaduras y en otra realizada por alguien con TCL puro la veremos más "limpia" pero sin acabar...
  • En el TDAH puro las distracciones pueden tener lugar por estímulos externos como internos, sin embargo en el TCL puro se producen sobre todo por divagación mental ("están en las nubes").
  • El TDAH suele presentar una hiperreactividad a los estímulos del ambiente (si les tocas "saltan"), en el caso del TCL es todo lo contrario tardan mucho en reaccionar.
  • Otra de las características del TDAH es la falta de regulación en las interacciones con los demás que causa intromisiones y molestias continuas a diferencia del TCL en el que hay falta de interacción y una excesiva inhibición social. Por eso este perfil está muy alejado de comorbilidades con el trastorno oposicionista desafiante y sobre todo el trastorno disocial.


Todo esto supone también muchas diferencias en la respuesta a nivel educativo y terapéutico:

La primera y más notoria: el tratamiento farmacológico (estimulantes) de acuerdo con diversos estudios no es adecuado para quienes presentan estas características de forma exclusiva (TCL puro) ya que no obtienen beneficios con el mismo y no tiene sentido administrarlo.

Los programas de entrenamiento de habilidades sociales "al uso" o sea, realizados  en talleres específicos dan bastantes buenos resultados en comparación con las personas con TDAH.

Se ha observado que personas que respondían a este perfil han sido introducidas en el mismo "saco" de la hiperactividad presentando unas características cualitativamente diferentes y por lo tanto otras necesidades educativas. 



TDAH y TCL 

Una vez que hemos visto las diferencias de este "perfil" con el TDAH hemos de analizar su asociación a éste y es que se ha comprobado que existe un alto solapamiento entre ambos. Aproximadamente la mitad de las personas que tienen TDAH diagnosticado (54%)  reúnen las características del TCL y casi la mitad del total de las personas con TCL que han sido estudiadas (46%) tenían síntomas del TDAH también. Por lo tanto, es muy posible las personas diagnosticadas como TDAH de tipo inatento (el "mal llamado" TDA) quizá respondan a esta asociación de TDAH + TCL. Y que también muchas personas que no tengan TDAH pero sí TCL puro hayan sido diagnosticadas como TDAH de tipo inatento de manera incorrecta.



Otra cosa que se ha detectado en estudios que se han hecho con población adulta es que ambos (TDAH y TCL) presentaban altos índices de disfunción en habilidades de la vida diaria como administración del tiempo, autocuidado, motivación, tareas en el hogar, etc... Estos problemas eran mayores cuando ambos trastornos se presentaban de forma conjunta.

Como conclusión podemos decir que el TCL es un perfil que va adquiriendo una entidad diferenciada del TDAH y que puede presentarse con éste o de forma aislada. El TDAH está más relacionado con el desarrollo de la autorregulación y el autocontrol y el TCL con el procesamiento de la información. En ambos casos el rendimiento de la persona está alterado. Pero al margen de las etiquetas que podamos poner hemos de reivindicar por encima de todo la realización de un buen diagnóstico clínico  por un lado y de una buena evaluación psicopedagógica por otro que detecte las necesidades específicas que tiene cada persona para ofrecer los apoyos más individualizados y así poder alcanzar el mayor desarrollo personal posible. 

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viernes, 4 de diciembre de 2015

El TDAH y el autocontrol a lo largo de la vida

Como ya hemos indicado en entradas anteriores, las funciones ejecutivas son el eje explicativo básico para comprender cómo afecta el TDAH a una persona que lo padece. Uno de los aspectos en los que más inciden dichas funciones es el autocontrol. Numerosos autores afirman que el autocontrol es un aspecto básico que forma parte de eso que llaman Inteligencia Emocional y que empezó a popularizarse hace dos décadas a raiz del famoso bestseller escrito por el psicólogo y divulgador Daniel Goleman. Uno de los indicadores que hizo tan popular dicho concepto fue que se comprobó cómo el llamado "cociente emocional" (alta presencia de inteligencia emocional) era un predictor mucho más fiable para averiguar el éxito en la vida de las personas que el tradicional cociente intelectual el cual en tal caso predecía el éxito académico pero no guardaba una correlación directa con el éxito personal.




Un estudio que se tomó como referencia para el desarrollo del concepto de inteligencia emocional fue el realizado por Walter Mischel sobre el autocontrol  en los años 60 en el cual se pedía a un grupo de niños de 4 años que aguantasen la tentación de comer una golosina que se dejaba a la vista durante 15 minutos en los cuales el investigador abandonaba la sala. Si eran capaces de no sucumbir a la tentación podrían comer otra golosina adicional, si por el contrario no podían aguantar el deseo se quedaban sin premio. Posteriormente, se efectuó un seguimiento hasta la vida adulta de los participantes de aquel experimento y se observó que las personas que habían sido incapaces de resistir la tentación tenían un historial de vida significativamente peor (a nivel social y laboral) que las personas que completaron la prueba satisfactoriamente.



El "test de la golosina" se ha efectuado con niños con TDAH y se ha observado cómo éstos no superan la prueba en comparación con niños sin el trastorno. Actualmente uno de los objetivos terapeuticos con niños con TDAH en la infancia es desarrollar estrategias para posponer la gratificación  y así facilitar un desarrollo de las funciones ejecutivas y como resultado un mayor autocontrol que facilite su desarrollo social, emocional y académico.




Pero ¿qué ocurre con las personas TDAH no tratadas en la vida adulta? Alguien, puede pensar, que si se hace este experimento con ellas éstas probablemente hayan sido capaces de desarrollar (aunque de forma más tardía que el resto) la capacidad suficiente para posponer dicha gratificación. La idea es que este experimento ya no sería equiparable a las exigencias de autocontrol a las que está expuesta una persona adulta. Las personas que a los cuatro años ya tenían esa capacidad de autocontrol adquirida fueron desarrollando un diálogo interno y una serie de estrategias mentales que cada vez fueron automatizando y que han dado como resultado un mayor control ejecutivo de la conducta. Por lo tanto, es muy posible que si hiciéramos el "test de la golosina" con adultos TDAH estos superarían la prueba pero la diferencia con personas sin el trastorno sería en que éstos tendrían que hacer un esfuerzo consciente mayor.   En este sentido es importante reseñar otro estudio realizado sobre el desgaste mental  realizado en la Universidad de Case Western Reserve con 60 personas de 20 años a las cuales se les dijo que se estaba investigando la percepción del gusto:

El requisito previo era que todas las personas acudieran en ayunas a un laboratorio en el que se habían estado cocinando galletas de chocolate. Cada persona se sentó en una mesa en la que tenía delante dos platos: uno lleno de galletas de chocolate y otro lleno de rábanos. Se pidió a 30 personas de manera aleatoria que durante 5 minutos comiesen sólo 3 galletas de chocolate y a las 30 restantes que sólo comiesen 3 rábanos. Se especificó claramente que debían ceñirse comer el alimento asignado en cada caso sin pasarse en la cantidad (recordemos que estaban en ayunas). Cuando terminó esta fase TODAS las personas fueron capaces de cumplir la tarea encomendada. En una segunda fase, todos los participantes rellenaron un cuestionario en el cual reflejaron que quienes comieron rábanos tuvieron que realizar un esfuerzo para no comer galletas y que quienes comieron galletas no tuvieron la necesidad de abstenerse a probar los rábanos. Finalmente se pidió a todos los sujetos (uno por uno) que resolvieran un rompecabezas sin límite de tiempo. El rompecabezas era irresoluble (cosa que no se dijo a nadie). Se comprobó que quienes habían tenido que comer los rábanos abandonaban mucho antes la prueba (8 minutos de media) que las personas que pudieron comer las galletas de chocolate (19 minutos de media). Las conclusiones del experimento fueron que el esfuerzo mental sostenido aminora nuestra fuerza de voluntad, la cual es limitada. 




Si para afrontar las mismas situaciones que requieren autocontrol (las cuales son muchas en la vida adulta) las personas con TDAH, tenemos que hacer uso de una mayor fuerza de voluntad, esto quiere decir que estamos expuestos a una especie de "desgaste invisible" y no es raro que acabemos sucumbiendo antes como las personas que comían los rábanos en el experimento. Por lo tanto, es imprescindible tomar conciencia de ello y dosificar nuestra preciada fuerza de voluntad hacia los objetivos que realmente queremos en la vida, así como desarrollar estrategias mentales de auto-conciencia para darnos cuenta de cuándo estamos "gastando nuestras baterías" y necesitamos parar para recargarlas antes de continuar. En este sentido la práctica del mindfulness nos puede servir de gran ayuda.

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